Antes de realizar el diagnóstico, madres y padres deben rellenar unos cuestionarios de detección que nos permiten realizar una primera valoración. De ellos se deduce la conveniencia de llevar a cabo el diagnóstico completo. En estos cuestionarios se pregunta por el desarrollo evolutivo del niño/a, aspectos cognitivos, lingüísticos, sociales o sobre su capacidad creativa. Además, se puede aportar toda la información que se considere relevante.
Una vez que se decide emprender este diagnóstico, basándonos en estos cuestionarios, se inician las sesiones de exploración con el niño/a, que vienen a ser alrededor de 4 a 6, cada una de ellas con una duración de alrededor de una hora. En estas sesiones se administran todas las pruebas, tanto las que valoran los aspectos cognitivos e intelectuales, como las que tienen en cuenta la personalidad, las emociones, la motivación, la sociabilidad y los estilos de aprendizaje.
Al mismo tiempo, administramos otros cuestionarios para madres y padres que nos permiten conocer con mayor profundidad el comportamiento del niño/a en el ámbito familiar. Es también fundamental que los profesores/as puedan aportar su visión del niño/a en clase para obtener una perspectiva más completa y detectar posibles problemas en diferentes contextos. Es por ello por lo que a este tipo de diagnóstico se le llama Diagnóstico Clínico Integrado porque integra la valoración de las tres partes implicadas: familia, escuela y profesionales especializados.
Finalmente, elaboramos el informe en base a los resultados de todas las pruebas, y se analizan en su conjunto, no sólo para ofrecer un diagnóstico preciso, sino para deducir el tratamiento que el niño/a necesita en el contexto educativo, personal y familiar.
De este diagnóstico se deducen las necesidades educativas específicas de cada estudiante en base a sus capacidades y talentos, y tiene como finalidad la elaboración de una adaptación curricular en el aula.